VIAJO EN BRAZOS DE DIOS







De nuevo emprendo viaje a Hawaii

En medio de la agitación propia de los preparativos del viaje, mientras organizo la casa, el cuidado de los gatos, hago las maletas y me ocupo de los mil detalles que que van surgiendo cada día. 

Antes de ponerme en camino voy repitiendo un mantra en mi interior: 

Viajo en brazos de Dios.

Chequeo los billetes, las divisas, el pasaporte, las llaves…  

Viajo en brazos de Dios. 

En dirección al aeropuerto me sorprende un atasco a la entrada de la ronda litoral. Los coches avanzan con extrema dificultad. En los indicadores de la carretera un aviso de que la retención alcanza varios kilómetros. 

Hago Ho’oponopono 
Lo siento, perdóname, te amo, gracias… 
No pierdo la calma. Estoy segura de que voy a llegar a tiempo. 

Esta profunda certeza no me permite alterarme. Al tiempo que lo voy diciendo estoy atenta a las señales numéricas que mi divina presencia va dejando a mi paso. Me indican sin lugar a dudas, que todo esta bien. Más que bien, me auguran un espléndido camino. 

Al despegar de Barcelona con destino a mí amada tierra de Hawaii cómodamente instalada en mi asiento, me invade una extraordinaria paz. 

Con la inocencia de una niña me abro a recibir las sorpresas que el universo tenga a bien concederme en esta ocasión. 

Y empiezo a bendecir el viaje que tengo por delante.
Bendigo al avión, a la tripulación y a todas las personas que me acompañan. Mientras lo hago, una intensa gratitud invade de tal modo mi corazón que me saltan las lágrimas, ante el desconcierto de mi vecina de butaca. 

Extiendo mi gratitud a los que se quedan, a la familia, al trabajo, a mi casa, a los gatos… y a todas las personas de mi comunidad. 

Todo el viaje transcurre con gracia y facilidad, incluso el control de seguridad de la policía en EEUU es amable, liviano y rápido. Tenía un recuerdo diferente de anteriores ocasiones. Otro tiempo, otra consciencia. Cuando yo atravesaba estas medidas de seguridad con otro tipo de pensamientos en mi mente. 

Desconectada de las preocupaciones propias de la vida cotidiana vivo en el más puro presente. Nada me preocupa del pasado, no pienso en mañana. Simplemente me dedico a disfrutar el momento.

Aterrizo en San Francisco y en el hotel todo transcurre con normalidad. 
En todas partes encuentro personas amables dispuestas a ayudarme que además curiosamente me hablan en español. 

Una delicia. 

Lo más gracioso me ocurre ya entrada la noche en el hotel de San Francisco. Cuando ya estaba desnuda en la cama. Llaman a la puerta. Al primer golpe no reacciono. Estoy a miles de km de casa y no conozco a nadie en esta ciudad, se han equivocado de habitación, pienso. 

Pero sea quién sea insiste. Me pongo lo primero que pillo por encima y acudo a abrir. Asombrada me encuentro cara a acara con un policía americano uniformado con gorra y todo. Es joven y bien parecido, con unos preciosos ojos azules que destilan bondad. 

En perfecto español, me informa que la policía ha recibido una llamada desde mi habitación y pregunta si tengo algún problema y necesito asistencia policial. Le contesto que seguramente me habré confundido al teclear los números de teléfono, pero que yo he llamado a la recepción del hotel para que me despertaran de madrugada, y que muchas gracias, pero que no tengo problemas. ¡Gracias a Dios! 

Pero insiste en entrar para verificarlo, dice que esta es su obligación. Dudo un  momento, pero como estoy tranquila y no me siento amenazada le cedo el paso y me quedo en la puerta esperando. 

En este momento me cruza la idea de que es una broma… organizada por alguien en Barcelona que sabe que viajo sola… un stripper, la cámara oculta algo así. Yo a medio vestir y con un policía husmeando por mi habitación, me siento como formando parte de una serie americana. 

Verifica que no hay ningún problema y amablemente se despide. Al cerrar la puerta. Pongo el seguro y me tiro en la cama muerta de risa. Me he pasado una semana decretando la protección angélica para el viaje. Invocando al arcángel Miguel y creando un equipo de ángeles para que me acompañen. Era cosa suya estoy segura. Mostrándome de esta divertida forma que no importa a donde vaya, estoy bien protegida.

Que maravillosa experiencia. 

Emocionada le doy las más efusivas gracias al equipo angélico que me acompaña a Hawaii. Duermo tranquila en una mullida y espléndida cama de tamaño inmenso. Adoro las enormes camas  americanas. 

Al amanecer antes de acudir al embarque de mí último vuelo que me conducirá directamente a la isla de Maui. Me aseguro de que mi conexión a la divinidad este operativa y activa. Conecto conscientemente con la madre tierra y el padre cielo llenando todo mi campo de luz. Expando esta hermosa frecuencia a mí alrededor, al viaje en general y a todos los participantes en particular. 

Salgo a buscar el bus al aeropuerto exultante de amor y alegría. Totalmente consciente de que somos Uno en realidad. Empiezo a ver a todas las personas con las que me cruzo como hermosas chispas de luz vibrando como yo. . Hecha un mar de lágrimas de felicidad me embarco al encuentro de mi destino en Hawaii. 

DE REGRESO 

La experiencia del grupo ha sido hermosa, rodeada de la espectacular belleza de la naturaleza de estas islas, el corazón se expande y el espíritu se relaja. En verdad se respira paz y se vive a un ritmo pausado, lo cual facilita el estado contemplativo. 

El espíritu de Aloha, el alma secreta de Hawaii, se percibe y se puede sentir a cada paso. Esta vivo y vibrante, en el aire, en la tierra, en la mirada y la actitud de las personas con las que te cruzas o coincides durante el día. 

A cada momento el universo responde con generosidad. 

A modo de ejemplo, cuando ya de regreso tomo el avión que me llevara de vuelta a San Francisco sin que yo lo pida, la azafata que hace el cheking me pregunta si quiero cambiar de asiento. Respondo que por favor si es posible me coloque en el pasillo. Toda amabilidad se afana por complacerme.  

Accedo al avión con ganas de descansar El día ha sido largo, intenso y emotivo. Durante el camino que hemos compartido se han ido tejiendo poderosos lazos de amor entre los corazones. Que van a tener que extenderse a varios países y distintos continentes. En las despedidas, promesas de futuros reencuentros. 

Al tomar posesión de mi asiento en el pasillo, saludo a la pareja con la que comparto viaje. 

Despegamos. 

Resignada porque albergaba la esperanza de que no estuviera ocupada la butaca contigua para recostarme más cómodamente. 

Enseguida percibo que hay cierta tensión entre ellos. No pongo atención en la conversación pero se nota que están en desacuerdo. y empiezo a armonizar la energía con Ho’oponopono. Mientras estoy en ello la mujer solicita salir, me levanto y la bendigo en silencio mientras pasa por delante de mí. 

Y yo sigo a lo mio.

Al rato regresa al asiento y conversa con su marido, intenta convencerlo de algo con expresivos gestos. El asiente y ambos se levantan decididos, pasan otra vez por delante de mí y desaparecen de mi vista hacia el fondo del avión. 

Espero un tiempo prudente hasta que me vence el cansancio y me acomodo estirada para dormir ocupando los tres asientos. 

No los vuelvo a ver en todo el viaje


Amanezco en San Francisco tan fresca como una rosa. 

Viajo en brazos de Dios.